Historia de Alicante: de Lucentum al corazón del Mediterráneo
Alicante, o Alacant en valenciano, es una ciudad bañada por el Mediterráneo que ha sido testigo de más de dos mil años de historia. Su estratégica ubicación en la costa levantina la convirtió en punto clave de comercio, conquista y desarrollo. Hoy, la capital de la provincia de Alicante combina un pasado lleno de huellas iberas, romanas, árabes y cristianas con la vitalidad moderna de una urbe abierta al mundo.
Los orígenes: de los íberos a los romanos
Los primeros vestigios humanos en el territorio de Alicante datan de la prehistoria. En las laderas del monte Benacantil y en el Tossal de Manises se han hallado restos de asentamientos íberos que ya mantenían contacto comercial con fenicios y griegos.
Durante el dominio romano, la ciudad fue conocida como Lucentum, cuyo nombre significa “la ciudad de la luz”. Este núcleo urbano, situado en la actual zona del Tossal de Manises (Albufereta), se desarrolló como un importante enclave de la Hispania romana. Contaba con calles empedradas, termas, templos y un foro, lo que demuestra su relevancia en la red comercial del Mediterráneo.
Tras la caída del Imperio Romano, Lucentum entró en un período de declive, aunque la población no desapareció por completo. Las invasiones germánicas dieron paso a la presencia visigoda, que mantuvo pequeños asentamientos rurales dispersos.
El periodo islámico: nacimiento de Al-Laqant
En el siglo VIII, con la llegada de los musulmanes a la Península Ibérica, la zona cobró nueva vida bajo el nombre de Medina Laqant o Al-Laqant, origen del actual “Alicante”. Los árabes aprovecharon el potencial agrícola de la zona y construyeron sistemas de regadío avanzados, huertas y alquerías que transformaron el paisaje.
En esta época se fortificó el Monte Benacantil, donde se levantó el núcleo defensivo que más tarde se convertiría en el Castillo de Santa Bárbara, símbolo indiscutible de la ciudad. Alrededor de la fortaleza creció una medina amurallada con calles estrechas y zocos, de la que aún quedan huellas en el actual barrio de Santa Cruz.
Durante los siglos posteriores, Alicante formó parte de las taifas y fue escenario de luchas entre reinos musulmanes hasta que los cristianos pusieron sus ojos sobre la estratégica plaza.
La Reconquista y la integración en los reinos cristianos
La conquista cristiana de Alicante se produjo en 1248, cuando las tropas de Alfonso X el Sabio, rey de Castilla, tomaron la ciudad. Sin embargo, pocos años después, en 1296, Jaime II de Aragón la incorporó al Reino de Valencia, donde permanecería desde entonces.
Durante la Baja Edad Media, Alicante se repobló con cristianos procedentes de Aragón y Cataluña. Se construyeron iglesias sobre antiguos templos islámicos y se reorganizó el trazado urbano. El puerto comenzó a desarrollarse, convirtiéndose en un punto de exportación de vino, sal y frutos secos.
En 1490, los Reyes Católicos concedieron a Alicante el título de ciudad, un reconocimiento a su creciente importancia comercial y estratégica. Desde entonces, el puerto fue un motor de prosperidad.
Edad Moderna: comercio, guerras y desarrollo
En los siglos XVI y XVII, Alicante vivió momentos de esplendor económico gracias al comercio marítimo. El puerto se consolidó como uno de los más activos del Reino de Valencia, y la ciudad se fortificó para protegerse de ataques piratas.
Sin embargo, la expulsión de los moriscos en 1609 supuso un duro golpe demográfico y económico. Muchos de ellos partieron desde el propio puerto de Alicante hacia el norte de África. A pesar de ello, el comercio marítimo continuó siendo esencial para la supervivencia de la ciudad.
Durante la Guerra de Sucesión Española (1701–1714), Alicante fue escenario de intensos combates. El castillo de Santa Bárbara fue bombardeado por la flota inglesa en 1709. Tras la victoria borbónica, la ciudad quedó integrada plenamente en la nueva estructura centralista impuesta por los Decretos de Nueva Planta.
Siglo XIX: modernización y transformación
El siglo XIX marcó una profunda transformación para Alicante. La ciudad se abrió a las ideas liberales y experimentó un crecimiento urbanístico notable. Se construyeron nuevas avenidas, se ampliaron los barrios extramuros y se mejoraron las infraestructuras portuarias.
La llegada del ferrocarril en 1858, inaugurado por la reina Isabel II, supuso un hito en la historia local. El tren conectó Alicante con Madrid, reforzando su papel comercial y turístico. A finales del siglo XIX, la economía se diversificó con la aparición de fábricas, talleres y un pujante sector vinícola.
El paisaje urbano se embelleció con edificios modernistas, plazas arboladas y el paseo de la Explanada de España, que se convirtió en el emblema del nuevo Alicante burgués.
Siglo XX: guerras, dictadura y desarrollo turístico
Durante la Segunda República, Alicante fue una ciudad de pensamiento progresista y movimiento social activo. En la Guerra Civil Española (1936–1939), permaneció fiel al bando republicano hasta el final del conflicto. El puerto alicantino fue uno de los últimos refugios de quienes intentaban huir de España en 1939, un episodio trágico grabado en la memoria colectiva.
Tras la guerra, el régimen franquista impuso años de censura y reconstrucción. A pesar de las dificultades, la ciudad comenzó a modernizarse lentamente. En las décadas de 1960 y 1970, con el auge del turismo, Alicante vivió un boom urbanístico. Se construyeron hoteles, avenidas y nuevas zonas residenciales, especialmente en la playa de San Juan y la Albufereta.
El turismo nacional e internacional transformó la economía local, convirtiendo a Alicante en uno de los principales destinos del Mediterráneo.
Democracia y siglo XXI: una ciudad en expansión
Con la llegada de la democracia en 1978, Alicante experimentó una renovación urbana y política. Se impulsaron políticas de desarrollo sostenible, transporte público y recuperación del casco histórico. La Universidad de Alicante, fundada en 1979, se convirtió en un centro de conocimiento y progreso.
En las últimas décadas, la ciudad ha reforzado su papel como capital económica, cultural y turística de la Costa Blanca. El puerto se ha modernizado y se ha abierto al turismo de cruceros; el aeropuerto de Alicante-Elche se ha convertido en uno de los más transitados de España; y la oferta cultural se ha diversificado con museos, festivales y actividades durante todo el año.
Hoy, Alicante combina su esencia mediterránea con un espíritu cosmopolita y dinámico. Sus playas, su gastronomía, su vida universitaria y su gente amable la convierten en un referente de calidad de vida.
Patrimonio y símbolos de identidad
Castillo de Santa Bárbara: situado en el monte Benacantil, domina toda la bahía. Es el emblema de la ciudad y testigo de casi toda su historia.
Barrio de Santa Cruz: antiguo núcleo árabe, con calles empedradas y casas encaladas llenas de flores.
Explanada de España: paseo marítimo icónico, con su mosaico de mármol que simula las olas del mar.
Basílica de Santa María y Concatedral de San Nicolás: joyas del patrimonio religioso local.
Hogueras de San Juan: la fiesta mayor de Alicante, declarada de Interés Turístico Internacional, donde el fuego, la música y el arte llenan la ciudad cada junio.
Romería de la Santa Faz: peregrinación tradicional que reúne a miles de personas cada año desde el siglo XV.
Otros datos de interés en Alicante:
Historia de Alicante